martes, 17 de abril de 2012

Los nocivos efectos del consumismo pueden desactivarse a voluntad




Investigación confirma que la depresión, la angustia y el aislamiento que comúnmente detona el consumismo en la psique de las personas que lo practican, pueden activarse o desactivarse voluntaria o involuntariamente.


El consumismo, lo sabemos de sobra, es uno de los comportamientos más nocivos en casi cualquier ámbito, tanto personal como social, subjetiva y colectivamente e incluso añadiendo a la ecuación la naturaleza misma que también se ha visto afectada por las prácticas que el consumo desmedido alienta.

Lo paradójico, sin embargo, es que la adquisición irracional de bienes de consumo difícilmente hace feliz a la persona que incurre en esta, lo cual lo convierte en una de las inclinaciones más enigmáticas a las que se ha entregado el ser humano en los últimos años. ¿Por qué si en el fondo comprar y comprar y comprar solo vuelve desgraciada a la persona que así lo hace, esta continúa comprando?

Varios estudios científicos han mostrado que personas que tienen en altísima estima nociones como la riqueza, el estatus socioeconómico y en general las posesiones materiales, tienden más a la depresión y la angustia que aquellas que ponen poco valor en estas, además de ser en términos generales mucho menos sociales.

Recientemente un estudio llevado a cabo por  investigadores de la Universidad Northwestern, entre ellos el psicólogo Galen V. Bodenhausen, mostró sin embargo que estas consecuencias indeseadas del consumismo no son inherentes a la naturaleza humana y, por el contrario, se pueden activar o desactivar voluntaria o involuntariamente (aunque lo más frecuente es que otros las activen en nosotros y no que cada uno las desactive por sí mismo).

El equipo coordinado por Bodenhausen realizó experimentos en los que, de inicio, se midió esta escala de valores de los participantes con respecto a la riqueza material, pidiendo que calificaran palabras de este campo semántico como positivas, negativas o neutrales, además de otras relacionadas con comportamientos personales ligados a la autocontención. A los voluntarios se les dividió además en varios grupos en función de una serie de imágenes que se les pidió que vieran, entre las cuales una categoría en específico incluyó automóviles, aparatos electrónicos y joyería.

Cuestionarios aplicados posteriormente revelaron que las personas expuestas a estos últimos productos puntuaron también más alto en sus niveles de depresión y ansiedad y manifestaron mucho menos interés en actividades colectivas que en otras realizadas solitariamente.

De acuerdo con Bodenhausen, los resultados sugieren implicaciones tanto personales como sociales, pues aun percibir a una persona como “consumidor” (según se le denomina habitualmente en ciertos lenguajes especializados) detona casi de inmediatio prejuicios psicológicos que a la postre determinan comportamientos específicos. Igualmente sugiere, como decíamos antes, que sean los propios individuos quienes tomen las riendas del efecto que el consumismo tiene en su integridad espiritual y social.

“Podemos también tomar la iniciativa personal de reducir los efectos depresivos y de soledad propios de un estado mental materialista evitando sus estímulos —el más obvio, la publicidad. Un método: ver menos televisión”, aconseja Bodenhausen.

1 comentario:

  1. Parecemos zombies consumidores deambulando por el comercio deseando obtener algo de valor material que nos llene el vacio, cosa que nunca sucedera, buscando sentirnos mas comodos, encerrandonos en un circulo vicioso lleno de placeres artificiales que terminara siempre en el mismo vacio y la misma desnutricion espiritual. Estamos ciegos? o no queremos ver? nos hundimos cada día mas y nos parece que flotamos en paraísos ((artificiales)).
    (aunque lo más frecuente es que otros las activen en nosotros y no que cada uno las desactive por sí mismo). Mierda!! me siento rodeada de adultos imbéciles como mis padres.

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